El 2022 fue un año difícil, la necesidad de frenar la inflación mundial creada por la expansión monetaria durante la pandemia llevó a los bancos centrales a subir las tasas de interés con el consecuente impacto negativo en la demanda de activos financieros riesgosos y sus precios, lo que en el espacio cripto siempre se ve más acentuado por ser activos, podríamos decir, aún en estado experimental y más riesgosos que los activos financieros tradicionales.
Sumado a estos factores externos, el colapso del modelo financiero de la red Terra (que emitía la moneda estable de dólar UST) ocurrido en mayo 2022 generó enormes pérdidas de riqueza y extendió el temor entre los inversores ocasionando más retiros de fondos hacia activos sin riesgo, dejando al desnudo el alto, y frecuentemente oculto, apalancamiento de muchos jugadores importantes de la industria cripto, y dando lugar a un contagio generalizado en donde varios hedge funds, exchanges y plataformas centralizados fueron cayendo uno tras otro (como Celsius, 3AC, BlockFi), hasta alcanzar incluso a uno de los que se consideraba pilares de la industria y el segundo en importancia, FTX, al que se está investigando en la justicia de los Estados Unidos por presunto fraude a sus clientes.
Todos estos eventos contribuyeron a un proceso de recálculo de los riesgos de operar en criptoactivos, impactando en su demanda y su valor. El precio del bitcoin pasó de un pico de 64.400 dólares a mediados de noviembre de 2021 a rondar actualmente los 17.000 dólares, y similar o mayor caída en promedio sufrieron todos los demás criptoactivos.
Pero a pesar de esta serie de eventos desafortunados, la industria cripto siguió en pie y continuó construyendo (“keep building” es su principal lema). Y no todas fueron malas noticias. El 15 de septiembre se implementó el tan esperado “merge” de la red Ethereum, pasando de operar con el mecanismo de consenso basado en prueba de trabajo (como el de bitcoin) al mecanismo basado en prueba de stake, que permite no sólo ahorrar una enorme cantidad de energía a nivel global, sino que sienta las bases para una mayor escalabilidad y economicidad de la principal red de transacciones, contratos inteligentes y aplicaciones descentralizadas del ecosistema cripto.
¿Cuáles se espera que sean las principales tendencias en 2023?
En términos de productos, veremos que cada vez más protocolos de finanzas descentralizadas implementarán el modelo de veTokens (voting escrow tokens) con el que pagan dividendos de las ganancias a los inversores que mantengan depositados los tokens de gobernanza; también aumentará el financiamiento de inversiones fuera del mundo cripto a partir de fondos cripto, usando el modelo de “real world assets” o RWA iniciado por Maker DAO (para dar financiamiento a carteras de crédito de bancos comerciales) y seguido por Aave a través de su partnership con Centrifuge.
La tokenización de activos seguirá expandiéndose, no sólo ofreciendo commodities sino también bonos, acciones y otros activos financieros tradicionales. Seguramente también veremos nuevos usos para el estándar de Non-Fungible Tokens o NFTs, con el que se pueden representar y transmitir la propiedad de activos únicos, como la propuesta de TravelX de crear un mercado de pasajes aéreos tokenizados a través de NFTs.
Un tema a tener en cuenta es que seguramente habrá cada vez más regulación de la industria cripto, con exigencias de prácticas de anti lavado de dinero y de KYC (Know Your Client) para protocolos DeFi (finanzas descentralizadas) basados en smart contracts (Pemissioned Decentralized Finance), lo que permitirá que inversores institucionales puedan aumentar su participación de inversiones en la industria cripto. No sabemos si durante 2023 comenzará a dejarse atrás el cripto invierno de precios iniciado a fines de 2021, pero lo que sí sabemos es que la industria seguirá construyendo.
